jueves, 1 de junio de 2017

MUBU, LA MARIPOSA Y LA ORUGA


Mubu era un joven y experimentado cazador, muy querido por todos los miembros del poblado.


Siempre tenía una sonrisa para todo el mundo, siempre tenía una buena palabra, siempre estaba dispuesto a ayudar a aquel que lo necesitase.
Mubu tenía una bellísima esposa llamada Malika y una hija maravillosa llamada Tatsia.

La vida de Mubu aparentemente era perfecta. Sin embargo, cuando caía la noche y Mubu se encontraba consigo mismo sentía una gran tristeza y desdicha. Su cabeza comenzaba a repasar todas las cosas que durante el día tenía que haber hecho y no había conseguido hacer.
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Así día tras día, Mubu sonreía por el día y lloraba por la noche en su propia soledad. La tristeza cada vez más se iba acumulando, y llegó un día que pesó tanto en su cabeza que apenas podía levantarse de su cama.
Ante tanta tristeza Malika, su esposa, avisó al venerado hechicero de la tribu.

El viejo se acercó lentamente hasta el hogar de Mubu y le preguntó:

-Mubu, ¿qué te preocupa?

-Me preocupa no poder hacer todo aquello que me gustaría hacer y esto me hace sentir triste.

-Mubu, ¿y qué es lo que te gustaría hacer? –le volvió a preguntar el hechicero--.

-Me gustaría cazar más, jugar más con Tatsia, ayudar más a mis vecinos, escuchar más a Malika. Me gustaría hacer más, mucho más de lo que hago.

-Mubu, ¿y qué te lo impide?.

-Gran hechicero, me lo impide el tiempo. No tengo más tiempo para hacer todo lo que tengo que hacer, y al caer la noche me embarga la tristeza más oscura por todo lo que he dejado de hacer.

-Mubu, no puedo ofrecerte más tiempo del que ya posees, sin embargo sí que puedo darte la oportunidad de que descubras el tiempo de los demás y lo que ellos sienten al estar cerca de ti ¿Quieres vivir la oportunidad que te brindo?

-Sí maestro.

-Muy bien Mubu, entonces bebe cada mañana de esta jarra el agua que dejarás durante toda la noche al lado del árbol que hay junto a la ventana de tu habitación. Lo harás durante tres días y al cuarto vendré a verte.
A la mañana siguiente, Mubu bebió el agua de la jarra y súbitamente se transformó en Malika. De repente vio a través de los ojos de Malika como su esposo Mubu llegaba al poblado con la caza de ese día y entonces sintió tanto amor, tanta alegría como jamás antes había sentido.

Al segundo día, Mubu bebió el agua de la jarra y súbitamente se transformó en su maravillosa hija Tatsia, y entonces vio a través de sus ojos a Mubu y de repente Tatsia comenzó a reir, a jugar y a saltar alrededor de su padre. Un torrente de ternura, inocencia, cariño y amor incondicional recorrió el ser del padre ahora transformado en su propia hija.
Al tercer día, Mubu bebió el agua de la jarra y súbitamente se transformó en el venerado hechicero y entonces vio a través de sus ojos todo lo que el poblado sentía cuando veían a Mubu. Las emociones eran alegría, respeto y paz.

Al cuarto día, el hechicero tal y como le prometió, se acercó hasta la casa de Mubu y le dijo:

-Mubu, hoy te convertirás en una oruga y durante todo el día y toda la noche tendrás que vivir como tal.
De repente Mubu sufrió una transformación y su cuerpo paso de humano a insecto. Comenzó a arrastrarse por el suelo áspero de tierra y se sintió sólo, pobre, pequeño, débil y muy frágil Cualquiera puede pisarme y aquí acabará mi existencia, pensó.

Se arrastró todo lo rápido que su nueva forma le permitía hasta que llegó a la rama del árbol que entraba por la ventana de su hogar. Vio que era de noche y a pesar de su cansancio su miedo era tal que decidió tejer un capullo para protegerse; y así durante toda la noche estuvo tejiendo una coraza dura y fuerte para protegerse de su propia fragilidad.
Allí permaneció hasta que se encontró incómodo y observó que su cuerpo de oruga se había transformado nuevamente. Necesitaba salir de ese caparazón y trabajo durante horas y horas para hacerlo. De pronto, ocurrió algo maravilloso, la oruga se transformó en una mariposa que irradiaba luz y belleza en todo su alrededor.
Entonces  se sintió fuerte a pesar de su fragilidad, se sintió gigante a pesar de su pequeñez. Y así,  con ese sentimiento Mubu voló y voló por encima del poblado hasta que se posó en la mano del viejo hechicero, quien le dijo:

-Querido Mubu, hoy has sentido todo tu miedo interior, has pensando en todo lo que no podías hacer y te has arrastrado para conseguir hacerlo sólo por tus ganas de vivir. Tanta duda tenías que te has escondido dentro de ti, igual que una oruga cuando construye su crisálida.  También has descubierto que de la incertidumbre se sale con esfuerzo y lo que antes pesaba ahora es ligero; y donde antes había dificultad y duda ahora hay sencillez y certeza; y que dónde antes había sufrimiento ahora hay paz.
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-Querido Mubu—siguió el hechicero--, cuando despiertes de este cuarto día respondete a ti mismo. Si tu esposa cuando te ve siente amor, si tu hija cuando te ve siente alegría, si todos los tuyos cuando te ven sienten respeto, entonces ¿Por qué te empeñas en seguir arrastrándote como una oruga?, ¿cuánto tiempo  necesitas para entender que es más importante lo que tu mariposa ofrece (amor, alegría, cariño, paz, serenidad)  que lo que tu oruga te dice que no haces?

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