miércoles, 24 de mayo de 2017

LA ILUSIÓN

Estoy cosido con un hilo de seda fina a tu piel de líquido terciopelo.
Con los ojos abiertos ciego de esperanza, me derrito por conocer de la consciencia del incierto mañana.

Apenas camino y el cielo se vuelca hacia el infierno. Un laberinto de dudas, de espejismos. Un mar de sal que ahoga mi libertad. Me encierras en un nudo sin entrada, sin cabo, sin salida.
Puertas cerradas, luz incierta en una mecedora enfrentada a un espejo con el marco establecido en perfectas coordenadas en manos de un artesano ebanista.

Y huelo a miedo, y huelo a duda mientras tú serpenteas por el cable del malabarista y yo discierno a duras penas la caída.
Mi corazón se tambalea voluptuosamente entre la espesa niebla y me falta el coraje para otear el futuro, que no es más que el segundo del reloj que siempre llega y ya pasó.

La muleta que mi espíritu recibe a veces es tan fuerte como el aire que inhalo, sin aquella enloquezco y sin esta a veces vivo o a veces muero.

Y cuando mis ojos absorben tu figura, mi mundo ciego sonríe. El letargo se desvanece y el olor a la libertad me acompaña cuando tus labios, tu voz, tu pelo, tus sonrisas, tus manos, tus ojos, se me aparecen.

Inmune veneno quiebra mi vida cuando no estés tú y no permitas que el cielo nocturno cercene mis ilusiones. Que sin ti yo soy la nada que enloquece en el tumulto de mil voces que no escuchan y que estallan en el silencio más sonoro

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