jueves, 11 de mayo de 2017

LA VIDA EN UN SOBRE DE AZÚCAR


Nos pasamos los días conectados a la velocidad del piloto automático. Desde el mismo instante en que despertamos nuestro cerebro y nuestro cuerpo se ponen a trabajar repasando todo lo que tengo que hacer durante el día.

Planeamos la jornada bajo la ducha. Visualizamos todas las tareas, reuniones, comida, trabajo mientras tomamos el café, mientras conducimos, mientras nos lavamos los dientes. En definitiva, planteamos nuestra vida desde el mismo instante que nos despertamos, seguros de nuestra capacidad de control sobre todo lo que nos rodea. Incluido el tiempo.

Cuando finaliza la jornada nos desplomamos en un sofá justificando el cansancio en la cantidad de cosas que hemos realizado durante el día y en las que todavía están por hacer, las cuales nos llevan a justificar nuevamente el planteamiento y planificación del día siguiente. Así nos vamos a dormir, y a la mañana siguiente el ciclo se repite.

Sin embargo todo está tan lejos de la verdad. Creemos que estamos viviendo cuando en realidad nos pasamos el día sobreviviendo. Postergamos hacer lo que nos gusta porque creemos que tenemos tiempo suficiente y no caemos en que el tiempo es un recurso limitado. Vivimos enganchados a un futuro que cuando llega no cubre las expectativas del pasado.

Y así, pasamos los días, y así pasamos la vida. Hasta que un Buen Día nos damos cuenta de algo. No es necesario tenerlo todo bajo control porque realmente no hay nada bajo control. Ahí es justo cuando observamos que despertar es una suerte, ducharse es placentero, tomar un café y olerlo es maravilloso, aceptar el día sin más es disfrutar.

Una amiga me envío una cita de Mark Twain que había escrita en un sobre de azúcar, "Dentro de veinte años lamentarás más las cosas que no hiciste que las que hiciste. Así que suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre"





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