miércoles, 8 de marzo de 2017

EL CUENTO DE CLARA

Todos los días, cuando el sol se ponía y el cielo se tornaba en rojizo, justo antes de que la luz se tornase en oscuridad aparecía una brillante estrella.

Allá en el firmamento refulgía ella sola, sin compañía alguna. Brillaba en soledad, otorgando a la noche oscura una singular belleza.

Una noche la estrella empezó a titilar, que no es más que la expresión de tristeza en los sentimientos estelares. Día tras día la emoción de tristeza era mayor y sus lágrimas no cesaban de caer, dibujando una lluvia de luces de colores. Con cada lágrima que caía su fulgor se iba reduciendo y la noche iba perdiendo la única luz de la que disponía.

Cierta noche, viendo la luna que la situación era de extrema tristeza, se acercó a ella y le preguntó con voz preocupada:
~¿Qué te pasa estrella?. ¿Por qué lloras?.
A lo que le respondió la estrella.
~Estoy muy triste luna. Estoy todas las noches sola, no puedo compartir con nadie mis sentimientos, no puedo jugar, no tengo a nadie, no sé que es la amistad. Luna, ya no quiero brillar más.
Y siguió titilando tristemente mientras la luna se marchaba pensativa.

La luna, pensaba y pensaba de qué manera conseguir que la estrella fuese feliz, pero no se le ocurría nada. Una noche, mientras discurría sobre el problema miraba la inmensidad del mar y de repente una gran idea apareció.
~Eureka¡. - dijo con gran alegría.
Entonces bajó presurosa del cielo hasta el mar. Se escondió detrás de éste y con una grandiosa y gigantesca redondez fue tomando aire y más aire y más aire, y su color fue cambiando de oro a plata y de plata a rojo.

De repente, soltó todo aquel aire contra la placidez del mar. Las aguas calmadas se arremolinaron al instante unas sobre otras y empezaron a surgir grandiosas olas unas tras otras que crecieron y crecieron llegando a ser tal altas que tocaron el cielo.

Las crestas de las olas al caer a la tierra fueron dejando millones de pequeñas gotitas en el espacio del cielo, y estas gotitas se fueron transformando en pequeños puntitos de luz, que crecieron y crecieron formando estrellas de sabor salado que acabaron inundando la oscuridad del cielo.

La estrella triste estaba asombrada de ver a su alrededor a millones y millones de nuevas estrellas. Su tristeza desapareció transformándose en tal alegría que su luz brilló tanto que la noche y el día se confundieron.


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